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martes, 29 de diciembre de 2015

Pasar con éxito del viejo al nuevo año

Málaga (Andalucía - España), 29 de diciembre de 2015 / Artículo de Opinión / José Vicente Cobo  

Las personas solemos hacernos muchos propósitos para el nuevo año, sin embargo el mejor propósito y el más grande es realizar lo que Dios espera de nosotros. Pero no tema, no es al dios de la iglesia a quien se refiere este articulo, rodeado de dogmas, paganismo y ritos. Es al verdadero Dios que vive en usted a quien podemos entregarnos en la confianza de que nos protege con Su luz, con Su amor y con Su fuerza. Esta entrega libre que se realiza en el corazón del hijo humano dirigida al padre eterno, al Espíritu creador, se lleva a cabo mediante el cumplimiento paulatino de los Mandamientos de Dios y del Sermón de la Montaña de Jesús de Nazaret. Entonces se sorprenderá porque sentirá que cada día es un día nuevo y que cada día es su día.

Cada día trae a cada uno nuevos sucesos y a cada persona los suyos propios. Sepa que aquello que le trae su día, tiene que ver directamente con todo lo que en algún momento usted mismo le impuso a su consciente y a su subconsciente, tanto lo positivo como lo negativo. Lo positivo le estimula, lo negativo le quiere abatir. ¡No lo permita! ¡Levántese! Una vida nueva le saluda.

Después de estas breves indicaciones sobre cómo pasar con éxito del viejo año al año nuevo, tal vez se plantee la pregunta de sí merece la pena hacer una especie de examen de conciencia, pero tampoco tema, no se trata de entonar el mea culpa típico de las iglesias, sino más bien de estar dispuestos a recogerse en un lugar tranquilo para reflexionar sobre cómo hemos terminado el año, si hemos estado a favor de la Madre Tierra y de la vida de los animales, a favor o en contra de nuestro prójimo más cercano, o si por el contrario nos hemos ocupado tan sólo de nosotros, del mío y para mí.

Este examen de conciencia libre y relajado, en la confianza de que no estamos solos, significa aprovechar el día, nuestro día. Significa también reorientar nuestra vida dirigiéndonos a El, al buen Dios que es quien nos apoya y nos conduce en nuestras sombras trayendo luz en la oscuridad y ayudándonos a llegar al arrepentimiento de nuestros errores, para posteriormente pedir perdón y perdonar.

Los que se creen grandes en este mundo dirán: Esto no es para mí, yo me siento seguro con mis bienes, con mi dinero, me aferro a la bolsa para conseguir aún más. Pero estos que se creen grandes son quienes más se quejan puesto que no encuentran seguridad en este mundo. De ahí la llamada de Jesús, ¡seguidme!, pues seguir a Cristo es seguir el camino de la seguridad, es el camino a Dios, nuestro Padre al que nos podemos aferrar porque nunca nos abandona. No importa si muchos creen que Dios nos ha abandonado, El vive en nosotros, El está más cerca que nuestros brazos y piernas.

De esta forma los ricos y poderosos de este mundo se dirán: ¿de dónde saca aquella persona humilde y sencilla la seguridad y la estabilidad? ¿Por qué no se lamenta, por qué no se queja? Sin embargo habrá quien diga: esa persona para mí es un ejemplo a seguir, me gustaría  pensar y actuar del mismo modo. ¡Entonces haga la prueba! En usted surge el Reino de Dios y usted será un ejemplo para algunos que pisotean y ridiculizan el verdadero mensaje de la navidad, el mensaje del amor que trajo Jesús de Nazaret. Sepa que el reino de Dios está dentro de cada uno de nosotros y surgirá en la Tierra que se está purificando, tal y como fue anunciado.


Del programa: “Un año nuevo, una vida nueva”
www.radio-santec.com

sábado, 19 de abril de 2014

¿Qué significó para la humanidad el acto redentor de Jesús?

Málaga (Andalucía), 19 de abril de 2014 / Cartas al Director / José Vicente Cobo

A través del acto redentor de Jesús de Nazaret en el Gólgota se evitó una disolución ulterior de todas las formas de vida. Este es un mensaje muy decisivo, que sólo por medio de la profecía dada en la actualidad, es transmitido otra vez a la humanidad.

Cristo no murió como un cordero de sacrificio para un Dios iracundo como lo exponen las Iglesias. Él murió en la fidelidad de Su tarea ante el Padre, porque los hombres no aceptaron Su mensaje. Para evitar que continuara un desarrollo de la humanidad hacia lo inferior, Él puso Su amor, en forma del destello redentor, a disposición de todas las almas y hombres. De este modo Él concedió a cada hombre y a cada alma la fuerza para volver libremente a Dios.

Los seres divinos que se habían puesto contra Dios querían la disolución de todas las formas creadas por Él, es decir, de todos los seres divinos, de la naturaleza celestial y de los planetas en los que viven los seres espirituales. Querían que todo lo creado regresara a la corriente original de la que el Eterno creó formas espirituales, divinas, puras, es decir ley divina eterna del amor que tomó forma. ¿Y esto por qué? Porque no aceptaban ser únicamente hijos de Dios, ellos mismos querían ser Dios, tener la capacidad para crear y ser omnipresentes.

Pero Cristo no ha borrado simplemente nuestros pecados, Él nos ayuda a cada uno de nosotros, enseñándonos una y otra vez a tomar en cuenta los Mandamientos de Dios, a reconocer en profundidad Sus enseñanzas, el Sermón de la Montaña, y a aplicarlos, para irnos así purificando y volver al origen, al Hogar eterno, donde todos regresaremos gracias a la obra del Padre eterno, realizada a través de Su Hijo por la redención. Todos nosotros vamos de regreso al Padre, desde donde partimos, pues en cada uno de nosotros hay un ser luminoso. Éste vuelve al Hogar del Padre. Pues Dios no crea ningún alma; Él creó el ser luminoso que está en lo profundo del alma.

Cada uno de nosotros es el templo de Dios. Dios vive en nosotros. Cuanto más cumplamos la voluntad de Dios, rigiéndonos por Sus legitimidades de la vida, por los Mandamientos y las enseñanzas de Jesús, tanto más nos acercamos a nuestro Padre celestial y tanto más consecuentes nos dejamos conducir por la mano de nuestro Redentor. Así podremos salir de la rueda de la reencarnación para dirigirnos hacia el Reino de la luz, hacia Dios, hacia Aquel que desde hace eternidades nos contempló y nos creó. Es muy consolador para nosotros los seres humanos, que después de la vida terrenal –en tanto se hayan cumplido los Mandamientos y las legitimidades de Dios– el alma pueda emprender el regreso al Hogar. Cristo dijo: «En la casa de Mi Padre hay muchas moradas. Si no fuera así, os lo hubiese dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo, estéis también vosotros». (Jn 14,2)

Las viviendas en el Hogar eterno están por lo tanto libres y nuestras familias espirituales nos esperan. Tienen ansias de volver a vernos y anhelan la gran unidad cósmica en la Casa del Padre, que es el infinitamente grande Reino de Dios. La fuerza de Dios nos irradia, por eso vinieron una y otra vez los verdaderos profetas y enseñaron a los seres humanos: «¡Cambiad vuestro comportamiento. Dirigíos a Dios. Dios es amor. El Padre os ama. Él ama a Su hijo creado!».

Él sería un Dios cruel si nos castigase o nos enviara a la condenación eterna. Pero no, Él es nuestro Padre que nos ama. Sólo nosotros mismos nos podemos en cierto modo maldecir cuando nos dirigimos a ámbitos oscuros de la existencia, lejos de Dios mediante nuestros propios pensamientos, palabras y actos oscuros, que son contrarios a la ley de la vida, nuestra verdadera herencia divina, que es amor desinteresado. Pero esta oscuridad surgida por propia culpa tampoco será eterna, pues la condenación eterna no existe, tal vez haya una larga y miserable existencia en tanto prefiramos las sombras. ¡Pero Dios es luz! Luz es amor y amor es calor, eso es Dios, nuestro Padre. Él nos ama y nos llama. Él nos envió a Su Hijo, el Corregente de los Cielos, para darnos la fuerza parcial de la fuerza primaria, una parte de Su herencia divina, para que tengamos una ayuda en el camino de regreso a la eternidad. Y esta ayuda es Cristo, nuestro Redentor, la luz de la redención en nosotros.

Cuanto más puros nos vayamos haciendo, más fácilmente falleceremos cuando llegue nuestra hora, pues sentiremos que Cristo nos toma de la mano y nos conduce paso a paso al Hogar del Padre. Entonces habrán acabado las encarnaciones y podremos dirigirnos directamente de regreso al Reino de Dios.

Radio Santec

viernes, 18 de abril de 2014

Procesiones, tradiciones y el culto a la muerte


Málaga (Andalucía), 18 de abril de 2014 / Artículo de Opinión / José Vicente Cobo

“Quien piensa en el crucificado y adora al cuerpo colgado en la cruz de la resurrección aún está colgado él mismo en la cruz del pecado. No Me ha aceptado ni acogido aún en su corazón. Es decir que quien dice que sí al hecho del cuerpo en la cruz, aferrándose aún a la cruz con el cuerpo martirizado, no ha resucitado aún en Mí, el Cristo. Da testimonio de sí mismo, de que vive aún en la servidumbre del pecado y de que se deja influenciar por lo pecaminoso. Pues los demonios quieren ver al crucificado, la cruz con el cuerpo, que para ellos significa la derrota del Nazareno, no la victoria del Cristo. Con el cuerpo muerto en la cruz, quieren inculcar a la humanidad la idea de que el Hijo de Dios ha sucumbido al pecado. Pero Yo he resucitado y he regresado al Eterno. Os he traído la Redención. La cruz sin el cuerpo muerto simboliza la resurrección y la victoria sobre las tinieblas. Por eso todos los hombres que viven en Mí, y a través de los cuales Yo vivo, se atendrán a la cruz de la victoria, que no lleva cuerpo; pues al igual que Yo conquisté la victoria sobre las tinieblas, los hombres y las almas que conscientemente creen en Mí y hacen cada día más la voluntad del Santísimo, han conquistado la victoria sobre el pecado”. Hasta aquí una cita del libro «Esta es Mi Palabra. Alfa y Omega», de la Editorial Vida Universal.

Sin embargo muchas personas no sólo se aferran al culto de las Iglesias sobre la muerte, a las procesiones y a las tradiciones, que poco tienen de cristianas, sino que ni siquiera son conscientes del verdadero significado de los sucesos de Semana Santa. Siguen creyendo que Jesús de Nazaret tuvo que ser sacrificado como chivo expiatorio para apaciguar a un Dios encolerizado. ¿Quién sabe tan siquiera que la muerte en la cruz no hubiera sido necesaria si las personas hubieran aceptado a Jesús de Nazaret? Ya en aquel entonces el Nazareno hubiera podido traer el Reino de Dios a la Tierra si aquellos que se decían Sus seguidores hubieran cumplido las enseñanzas verdaderas del cristianismo.

¿Y cómo es en la actualidad? La mayoría de las personas que, en la creencia de seguir a Cristo, participan en las procesiones, no son conscientes de que con ello dan fuerza y apoyan la imagen que el demonio quiere, la derrota del Nazareno, pero que además siguen apoyando a una institución, que ya abrumada por los casos de sacerdotes pedófilos, pone al descubierto quiénes son y que justamente ahora por Semana Santa, vuelve a utilizar el recuerdo de la vida del Nazareno para tratar de encubrir con ritos y procesiones lo ya inocultable.

Para muchas personas la Semana Santa supone una situación de conflicto interno, pues por un lado desean participar del esplendor externo de la celebración, pero también desean seguir al Cristo que vive en el interior de cada uno y que no necesita templos ni iglesias. Sin embargo de esta manera también van descubriendo que Él, el maestro de la paz y de la humildad, hace tiempo que no está en las iglesias, tampoco en sus ritos y celebraciones. 


Radio Santec
José Vicente Cobo

lunes, 14 de abril de 2014

La tradición nubla el acontecimiento cósmico de la Semana Santa

Málaga (Andalucía), 14 de abril de 2014 / Cartas al Director / José Vicente Cobo

Año tras año la llamada cristiandad repite las mismas costumbres de carácter institucional-eclesiástico, ¿pero es eso cristianismo? La masa de la humanidad se deja llevar por el remolino de los ritos prescritos y apenas nadie pregunta por el sentido de la Navidad o de la Semana Santa. La reflexión casi siempre es: ¡Bueno, ésa es la tradición, ésa es la costumbre!Conforme a eso se celebra también el acontecimiento de la Pascua, de la que se podría decir que es una especie de escenificación, una minimización que resta importancia y denigra el calvario de Jesús de Nazaret y Su crucifixión.

Desde hace aproximadamente dos mil años, en el tiempo de Navidad y de Pascua lo que se exterioriza en las instituciones eclesiásticas que se denominan a si mismas “cristianas” parece más bien burla y escarnio del poderoso acontecimiento cósmico acontecido. Muy pocas personas saben que lo que tomó sobre sí el Hijo de Dios fue un acto de rescate cósmico. Un acontecimiento cósmico que partió desde el Reino de Dios, pues a pesar de todas las amenazas, Él vino, se encarnó en el niño Jesús e hizo frente al adversario de Dios, el demonio. Jesús de Nazaret soportó los métodos de tortura más sofisticados y dolorosos para cumplir su misión traída del Reino de Dios: Salvar la cuna de la creación y de ese modo también el Reino de Dios, el maravilloso hogar Eterno.

Jesús dejó que le maltrataran y torturaran con métodos inimaginables, Él se dejó maltratar hasta la extenuación, pues Su conciencia decía: “Padre, en Tus manos quiero poner la salvación de la creación”. Él siguió el horrible camino de la tortura que Satanás había tramado y permitió que le crucificaran. Torturado, maltratado e irreconocible dijo en la cruz: “¡Está consumado! ¡Padre en Tus manos encomiendo Mi espíritu!

La creación de Dios ha sido salvada. Con las palabras: «¡Está consumado!» se desprendió una parte de Su herencia divina que traspasó por partes iguales a todas las almas y hombres. A ese regalo del Cristo de Dios en el alma y el ser humano lo llamamos la luz redentora. El “Está consumando” abarca a todos los ámbitos de la caída incluida la Tierra con sus animales y plantas. Para que la cuna cósmica de la creación del Reino de Dios no pudiera ser conquistada por el adversario de Dios, para que no pudiera degenerarse más llegando hasta la disolución de toda la creación divina, Cristo nos dio a todas las almas y seres humanos también una parte de Su herencia divina. A cada alma le prestó una cantidad de esa fuerza inextinguible como un soporte espiritual incargable. Por lo tanto cada alma ha sido salvada por medio del poderoso acto redentor del Hijo de Dios, que es el corregente del Reino de Dios.

Sin embargo de lo que se escenifica en la Semana Santa es casi imposible rescatar lo más interno, el hecho de la redención, el acontecimiento cósmico poderoso de dimensiones inimaginables que tuvo lugar en la cruz. Cristo, el Corregente del Reino de Dios, salvó lo más interno en nuestra alma, al ser divino. Él evitó que toda la creación se disolviera y nos posibilita el camino de regreso al hogar eterno, a nuestro origen divino, que ya no puede ser disuelto porque Él ha traído el «stop», es decir: ¡Hasta aquí y no más! En este punto simplemente se podría decir: Quien lo pueda captar que lo capte, y quien lo quiera dejar... ¿y seguirá minimizando la Semana Santa?


Radio Santec
José Vicente Cobo

lunes, 16 de diciembre de 2013

Recordar el sentido de la Navidad a las nuevas generaciones

 Málaga (Andalucía), 16 de diciembre de 2013 / Artículo de Opinión / José Vicente Cobo Román

Aunque quizás las nuevas generaciones no sepan qué es lo que en realidad se celebra cada año por Navidad, porque muchos adultos lo hayan olvidado, sería interesante recordar que la Nochebuena es la noche de paz en la que conmemoramos el nacimiento de nuestro Redentor, el nacimiento de Cristo, del gran Espíritu que en el Reino Eterno es el corregente de los Cielos. Navidad es por tanto el gran acontecimiento que tuvo lugar hace más de 2000 años, no una mera historia sentimental que relacionamos con regalos, comidas, cenas y canciones infantiles.

Los más mayores hemos leído o escuchado que el Ángel Gabriel fue a María y le anunció que había sido elegida para traer al hijo de Dios al mundo. También que a José le fue dicho en sueños que debía desposar a María. Acontecimientos que parecen haberse convertido en la actualidad en algo banal, aunque para los verdaderos seguidores de Cristo no. Pues serán conscientes de qué suceso tan significativo y de dimensiones cósmicas inconmensurables tuvo lugar en aquel tiempo, del gran cambio que se iniciaba. Como en aquel tiempo, hoy cada persona también puede sentir y saber que hay ángeles a nuestro lado, son los llamados seres espirituales o seres protectores, que nos acompañan y que quieren acercarse cada vez más a nosotros; esto les es posible cuando nos orientamos al Redentor, Cristo. ¿Pero como se hace esto?, cumpliendo lo que Dios, el Eterno, nos enseñó a través de Moisés y lo que Jesús, El Cristo, nos trajo en Su Sermón de la Montaña, incluyendo la adoración a Dios en el Padre Nuestro.

Si recorremos el camino de Jesús que el mismo recorrió dando ejemplo y que ha sido manifestado también en la actualidad, entonces El nos lleva de su mano por el camino hacia Dios, nuestro Padre, y sentiremos cada vez más a los ángeles de Dios a nuestro lado, porque damos los pasos hacia nuestra vida que es Dios, el Espíritu Eterno, en el fondo de nuestra alma.

María hace 2000 años dio estos pasos y también José el carpintero, por eso el Ángel Gabriel fue a ellos y pudo acercárseles; María le vio, a José se le mostró en sueños. El Ángel Gabriel hablaba el lenguaje del cielo, así como todos los seres espirituales hablan el lenguaje del Reino de Dios. El Ángel Gabriel quiso mostrar a María en palabras e imágenes lo que Dios el Eterno deseaba de ella; seguramente que así también fue para José en sus sueños. Podemos comprender que María al principio se asustara pues ella era una mujer sencilla, así como José el carpintero era un hombre sencillo, pero ambos aspiraban en su vida a dar los pasos en el camino hacia el Padre Celestial, de modo que el Ángel pudo anunciárseles. Internamente ambos estaban preparados para lo que les llegaba, o sea que María y José eran buenos. Sí, ellos vivían el gran mandamiento del  amor a Dios y al prójimo.

Pero cómo sería si teniendo en cuenta el mensaje del ángel a María y a José reflexionásemos brevemente también sobre nosotros mismos. ¿Son María y José un ejemplo de vida para nosotros? Desde el punto de vista del Espíritu Eterno, para las personas es válido hoy lo que pasó hace 2000 años. Cada uno de nosotros podría ser alcanzado por el mensaje del ángel, por lo que deberíamos preguntarnos: ¿Mi ser protector, a quien a menudo solemos llamar ángel, puede acercarse a mí? ¿Cumplo para ello la voluntad de Dios? Preguntas como éstas se las hacen muchas personas que han decidido conscientemente tomar a Jesús, el Cristo, como a un ejemplo a seguir. Y no sólo en Navidad sino cada día. Navidad es por tanto para muchas personas que aspiran a Dios una fiesta de adoración, de agradecimiento. 

Precisamente los cristianos deberían tener a Jesús, María y José como a grandes ejemplos a seguir.

lunes, 16 de abril de 2012

El ser humano, un enorme emisor


El diálogo universal de las partículas elementales

Málaga, 16 de abril de 2012 / Artículos de Opinión / José Vicente Cobo Román

Cada ser humano y su alma son una enorme emisora que emite y recibe. Esto es igualmente válido para el alma desencarnada, es decir aquella que ya no habita un cuerpo humano. Todo aquello que el ser humano piensa, siente y hace tiene una energía determinada, es el potencial de emisión y recepción que el ser humano constantemente graba y actualiza. A través de éste, la persona recibe cada día, cada instante indicaciones provenientes de su potencial de registro, es decir del lugar de registro donde está grabado y acumulado todo lo que un día pensó, habló, hizo o sintió. Estas indicaciones quieren llamar su atención para que tenga en cuenta o elimine esto o aquello, es decir lo purifique. Lo que significa que la tarea para cada uno es poner en orden en esta existencia aquello que no sirve al bien común, a la unidad, a la paz ni a la libertad, como por ejemplo nuestros comportamientos egoístas que no beneficiaron a nuestro entorno, que dañaron a las personas a los animales y a la naturaleza.

No existe interrupción alguna en los procesos de emitir y recibir, tampoco cuando el cuerpo astral, el alma del ser humano, está desencarnado. Por consiguiente, en cuanto el cuerpo ha fallecido, sucede lo mismo: el alma emite su fluido, sus frecuencias y recibe lo que precisamente es activo en el alma, es decir, es actual. Todo, absolutamente todo, se basa en emitir y recibir.

De forma similar a como lo fue su ser humano, también el alma desencarnada será estimulada a través de su percepción sensorial a reconocer y a eliminar lo excesivamente humano, sus infracciones –las personas hablamos de pecados– contra la ley cósmica del amor a Dios y al prójimo. Correspondientemente a lo que es activo en ese momento, es decir haya que purificar, se desarrollan en el alma las respectivas imágenes, provenientes de las introducciones del que fue su ser humano. Podría decirse que dichas imágenes dan a entender al alma cuáles fueron los procesos pecaminosos a través de los que su ser humano obtuvo sus cargas.

Las imágenes muestran por lo tanto luz y sombras, estimulando con ello al alma a reconocer lo excesivamente humano, lo pecaminoso, a arrepentirse de ello y purificarlo. Ella debería así encontrar y recorrer paso a paso el camino hacia un determinado ámbito de purificación. Allí se hará consciente de otros aspectos negativos que ha introducido en su interior, que están activos y que a su vez se mostrarán en imágenes. Así el alma razonable y de buena voluntad puede poner en el orden legítimo lo que está pendiente de ser superado.

Las personas que creen en una vida después de la muerte y en un Ser superior, no importa si lo llamamos Creador o Dios, deberían ser conscientes de que este mundo no está separado del Más allá. El físico nuclear francés Jean Charon (1920-1998) habló de un «diálogo universal de las partículas elementales», donde se observa lo que los místicos han descrito desde tiempos inmemoriales como amor divino omnipresente. Así Dios ya no es un Creador separado de Su Creación pues Él está en ella, y este mundo y el Más allá no estarían tan separados como creemos.

Del programa de TV: “Horror astral 1” 

sábado, 31 de marzo de 2012

La tradición nubla el acontecimiento cósmico de la Semana Santa


Málaga, 31 de marzo de 2012 / Cartas al Director / José Vicente Cobo Román

Año tras año la llamada cristiandad repite las mismas costumbres de carácter institucional-eclesiástico, ¿es cristianismo, paganismo o barbarismo?. La masa de la humanidad se deja llevar en el remolino de los ritos prescritos y apenas nadie pregunta por el sentido de la Navidad o de la Semana Santa. La reflexión casi siempre es: ¡Bueno, ésa es la tradición, ésa es la costumbre! Conforme a eso se celebra también el acontecimiento de la Pascua, de la que se podría decir que es una especie de escenificación, una minimización que resta importancia y denigra el calvario de Jesús de Nazaret y Su crucifixión.

Desde hace aproximadamente dos mil años, en el tiempo de Navidad y de Pascua lo que se exterioriza en las instituciones eclesiásticas que se denominan a si mismas “cristianas” parece más bien burla y escarnio del poderoso acontecimiento cósmico acontecido. Muy pocas personas saben que lo que tomó sobre sí el Hijo de Dios fue un acto de rescate cósmico. Un acontecimiento cósmico que partió desde el Reino de Dios, pues a pesar de todas las amenazas, El vino, se encarnó en el niño Jesús e hizo frente al adversario de Dios, el demonio. Jesús de Nazaret soportó los métodos de tortura más sofisticados y dolorosos para cumplir su misión traída del Reino de Dios: Salvar la cuna de la creación y de ese modo también el Reino de Dios, el maravilloso hogar Eterno.

Jesús dejó que le maltrataran y torturaran con métodos inimaginables, El se dejó maltratar hasta la extenuación, pues Su conciencia decía: “Padre, en Tus manos quiero poner la salvación de la creación”. El siguió el horrible camino de la tortura que Satanás había tramado y permitió que le crucificaran. Torturado, maltratado e irreconocible dijo en la cruz: “¡Está consumado! ¡Padre en Tus manos encomiendo Mi espíritu!”

La creación de Dios ha sido salvada. Con las palabras: « ¡Está consumando!» se desprendió una parte de Su herencia divina que traspasó por partes iguales a todas las almas y hombres. A ese regalo del Cristo de Dios en el alma y el ser humano lo llamamos la luz redentora. El “Está consumando” abarca a todos los ámbitos de la caída incluida la Tierra con sus animales y plantas. Para que la cuna cósmica de la creación del Reino de Dios no pudiera ser conquistada por el adversario de Dios, para que no pudiera degerarse mas llegando hasta disolución de toda la creación divina, Cristo nos dio a todas las almas y seres humanos, también una parte de Su herencia divina. A cada alma le prestó una cantidad de esa fuerza inextinguible como un soporte espiritual incargable. Por lo tanto cada alma ha sido salvada por medio del poderoso acto redentor del Hijo de Dios, que es el corregente del Reino de Dios.

Sin embargo de lo que se escenifica en la Semana Santa es casi imposible rescatar lo más interno, el hecho de la redención, el acontecimiento cósmico poderoso de dimensiones inimaginables que tuvo lugar en la cruz. Cristo el Corregente del Reino de Dios salvó lo más interno en nuestra alma, al ser divino. Él evitó que toda la creación se disolviera y nos posibilita el camino de regreso al hogar eterno, a nuestro origen divino, que ya no puede ser disuelto porque El ha traído el «stop», es decir: ¡Hasta aquí y no más! En este punto simplemente se podría decir: Quien lo pueda captar que lo capte, y quien lo quiere dejar... ¿y seguirá minimizando la Semana Santa?