En la interesante publicación “El ateo: ¿un amigo del profeta?”, Gabriele explica sobre qué es fundamental en nuestro tiempo para reflexionar y para el autorreconocimiento, también explica muchas cosas significativas para las personas en la actualidad, y como no, relata experiencias personales con una sensibilidad especial, y todo esto en relación a los muchos y diferentes aspectos de la vida, en esta ocasión sobre las religiones e instituciones religiosas.
Málaga (España), 24 de ulio de 2017 / Cartas al Director / Teresa Antequera Cerverón Del programa: El ateo y el profeta II www.editorialgabriele.com
“En el Reino de Dios no existe ninguna religión atada a cultos externos, tampoco ninguna institución eclesiástica”, dice Gabriele, la autora de estas líneas. “No existe ninguna liturgia, ningún ritual, tampoco dogmas ni ceremonias, allí no hay canonizaciones ni beatificaciones. Lo que existe en el cielo y en todo el universo es el Espíritu Libre, la religión interna que vive en los cosmos, en la naturaleza y en el interior de cada ser. Sin embargo las personas intentan infructuosamente que Dios se apiade de ellos con oro y riquezas eclesiales, pero Él no necesita tesoros. Tampoco funciona si se realizan cantos litúrgicos, peregrinaciones, ofrendas, reliquias o adoraciones de santos, beatos o canonizados, ni siquiera la mortificación agrada a Dios. Los altares mayores costosamente decorados tampoco sirven de nada, pues Dios es el amor, la justicia, la mansedumbre y la bondad, y esto de forma inmutable, puesto que Dios es invariable. Por eso algún día todo ser humano volverá a ser como Él nos visualizó y creó, es decir volveremos a ser y formar parte del amor, de la bondad, mansedumbre, igualdad, libertad, unidad, hermandad y justicia”.
Hace ya algunos años que Cristo manifestó a través de la palabra profética, que comprender a Dios y a lo divino es más fácil para los ateos que para los cristianos atados a la Iglesia, quienes se han vuelto rígidos en sus tradiciones y en sus opiniones de fe, llegando a someter a la razón de la Iglesia su propia libertad de pensar de forma independiente, lo que ha dado lugar a lo largo de los siglos a que millones de seres humanos se hayan negado a sí mismos la posibilidad de reconocer y actuar libre y consecuentemente. Por eso estimado lector reflexione y conviértase en un librepensador que no se deja atar ni influir por guías externos, y si lo desea busque un lugar tranquilo donde dirigirse a Dios en usted, con toda seguridad que Dios, El Espíritu libre, le saldrá al encuentro.