Málaga (Andalucía - España), 26 de junio de 2016 / Artículo de Opinión / Pepita Taboada Jaén
Sr. Director:
Parece que los medios de comunicación nos tienen que dar noticia de todos los sucesos que ocurren en las ciudades, sean agradables o desagradables –quizá más de los desagradables, por aquello de que el morbo suele interesar mucho a algunas gentes-. Se repite lo sucedido una y otra vez, con fotografías e imágenes aunque sean obscenas, que para los organizadores de estos escándalos son un estupendo portavoz de lo que quieren manifestar. Sería admirable que otros sucesos que fueran ejemplares, dignos o heroicos, tuvieran el mismo espacio y se repitieran mañana, tarde y noche destacando lo positivo de ese hecho singular para que ayude a mejorar la convivencia y el respeto de los ciudadanos. Las conductas chabacanas, irrespetuosas, “cutres”, no aportan nada ejemplar.
Dicho esto, me quiero referir a lo ocurrido en Valencia. Aunque ya anteriormente había sucedido algo parecido en otras ciudades, parece que esta vez ha tocado techo. Se trata del gravísimo insulto dirigido a los creyentes católicos, sirviéndose para ello de las imágenes de las Vírgenes de Monserrat y de los Desamparados, que no voy a volver a relatar.
En primer lugar, pienso que los homosexuales y lesbianas de buena voluntad habrán sentido vergüenza y asco con estas demostraciones de ¿odio? de sus compatriotas.
En algunos medios televisivos se preguntaban si se trataría de personas descerebradas que han perdido el sentido del buen gusto o del respeto a los demás. Esa definición me parece, como poco, muy suave, pues para quienes alcanzan los extremos a los que han llegado los causantes de esta acción hay otro calificativo más certero que el de personas aburridas, llenas de odio, infelices, ignorantes, desgraciadas, lujuriosas, etc. etc. Esos comportamientos se podrían calificar más bien de conductas diabólicas.
En su tiempo Dios creó a los ángeles, que eran perfectos y justos, pero uno de ellos, con el ansia de rivalizar con Dios, se separó de los demás y, junto con otros ángeles a los que convenció, se fue a su nueva casa, que sigue siendo de todo menos confortable. Estos seres diabólicos, llamados también demonios, son seres personales cuya única finalidad es tentar a los hombres que se dejan tentar, que son los más flojos, o los más tontos porque no se creen que aquellos existan, circunstancia que aprovechan los demonios para hacer su agosto (es en el calor espantoso donde suelen pasar su tiempo libre, que para ellos, es la eternidad).Los demonios saben cómo utilizar a los humanos y se disfrazan de libertad,
solidaridad, igualdad, para engañar a los de este siglo. A Eva lo consiguió disfrazado de serpiente, disfraz que en este siglo no surtiría efecto.
Esas conductas humano-diabólicas no aportan nada provechoso a la sociedad, y seguro que tampoco les deja una gran paz a ellos.
Sr. Director:
Parece que los medios de comunicación nos tienen que dar noticia de todos los sucesos que ocurren en las ciudades, sean agradables o desagradables –quizá más de los desagradables, por aquello de que el morbo suele interesar mucho a algunas gentes-. Se repite lo sucedido una y otra vez, con fotografías e imágenes aunque sean obscenas, que para los organizadores de estos escándalos son un estupendo portavoz de lo que quieren manifestar. Sería admirable que otros sucesos que fueran ejemplares, dignos o heroicos, tuvieran el mismo espacio y se repitieran mañana, tarde y noche destacando lo positivo de ese hecho singular para que ayude a mejorar la convivencia y el respeto de los ciudadanos. Las conductas chabacanas, irrespetuosas, “cutres”, no aportan nada ejemplar.
Dicho esto, me quiero referir a lo ocurrido en Valencia. Aunque ya anteriormente había sucedido algo parecido en otras ciudades, parece que esta vez ha tocado techo. Se trata del gravísimo insulto dirigido a los creyentes católicos, sirviéndose para ello de las imágenes de las Vírgenes de Monserrat y de los Desamparados, que no voy a volver a relatar.
En primer lugar, pienso que los homosexuales y lesbianas de buena voluntad habrán sentido vergüenza y asco con estas demostraciones de ¿odio? de sus compatriotas.
En algunos medios televisivos se preguntaban si se trataría de personas descerebradas que han perdido el sentido del buen gusto o del respeto a los demás. Esa definición me parece, como poco, muy suave, pues para quienes alcanzan los extremos a los que han llegado los causantes de esta acción hay otro calificativo más certero que el de personas aburridas, llenas de odio, infelices, ignorantes, desgraciadas, lujuriosas, etc. etc. Esos comportamientos se podrían calificar más bien de conductas diabólicas.
En su tiempo Dios creó a los ángeles, que eran perfectos y justos, pero uno de ellos, con el ansia de rivalizar con Dios, se separó de los demás y, junto con otros ángeles a los que convenció, se fue a su nueva casa, que sigue siendo de todo menos confortable. Estos seres diabólicos, llamados también demonios, son seres personales cuya única finalidad es tentar a los hombres que se dejan tentar, que son los más flojos, o los más tontos porque no se creen que aquellos existan, circunstancia que aprovechan los demonios para hacer su agosto (es en el calor espantoso donde suelen pasar su tiempo libre, que para ellos, es la eternidad).Los demonios saben cómo utilizar a los humanos y se disfrazan de libertad,
solidaridad, igualdad, para engañar a los de este siglo. A Eva lo consiguió disfrazado de serpiente, disfraz que en este siglo no surtiría efecto.
Esas conductas humano-diabólicas no aportan nada provechoso a la sociedad, y seguro que tampoco les deja una gran paz a ellos.