lunes, 21 de noviembre de 2011

DE CONTRADICCIONES E INCONGRUENCIAS


Las Palmas de GC, 21 de noviembre de 2011 | Cartas al Director | Xavier Aparici Gisbert (*)

Debido a las elecciones generales recién concluidas, las últimas semanas la ciudadanía hemos sido el objetivo de una multitud de manifestaciones y discursos sobre la situación sociopolítica de nuestro Estado y sobre cuáles de los programas de gobierno y de las candidaturas concurrentes eran los más dignos para ejercer el poder.

Desgraciadamente, viene siendo habitual que los mensajes y los análisis hayan estado, en general, plagados de notables contradicciones e incongruencias, es decir, a menudo en ellos se afirmaba una cosa y su contraria y, frecuentemente, se podía apreciar la falta de acuerdo o correspondencia de los razonamientos expresados, entre sí o entre lo dicho y lo hecho. Y no sólo entre los protagonistas de la contienda electoral, también entre los supuestos informadores neutrales.

Todo esto resulta, cuanto poco, paradójico: los asuntos generales más relevantes, como son la elección de las estrategias políticas más adecuadas para superar los difíciles problemas comunes y asegurar el bien de la ciudadanía, se tratan, muy a menudo, con una notable ligereza tanto por los políticos que se promocionan a representarnos, como por los comunicadores, que son responsables de contrastar concienzudamente las propuestas y los candidatos. Así resulta que precisamente en el aseguramiento del interés general el irracionalismo demagógico y la manipulación retórica se imponen a las propuestas razonables y a la información suficiente y veraz.

En 1957 el psicólogo León Festinger definió como “disonancias cognitivas” a las tensiones internas que parecen sentir las personas al caer en la cuenta de que tienen pensamientos contradictorios o comportamientos incoherentes. La percepción de estas desarmonías nos llevarían a buscar recuperar nuestra congruencia con la reevaluación de nuestras creencias o acciones. No obstante lo que argumenta la psicología social, esta tendencia humana a filosofar -a buscar la coherencia en nuestras intelecciones y en nuestras conductas-, resulta muy difícil de cumplir conforme las sociedades se vuelven más sofisticadas cultural y tecnológicamente. Pues, por un lado, el incremento de los discursos, de los enfoques y de los análisis hacen más complejo construir el marco de referencia intelectual y, por otro, la afluencia torrencial de datos y referencias de confirmación y contraste tienden a provocar dispersión y frustración.

Así, reconocidas las necesidades intelectuales que tenemos los seres humanos de hacernos cargo, personal y colectivamente, de manera significativa del mundo en el que vivimos, la promoción orquestada por quienes ostentan los poderes institucionales y los mediáticos, de la política como un espectáculo de ostentación y de popularidad, no por muy generalizada, resulta menos grave. Pues tratándose del control de la sociedad y de la riqueza que produce, estas prácticas constituyen claras acciones inmorales que se llevan a cabo con la intención de reducir la calidad de vida de las víctimas y sin el mínimo respeto por sus dignidades humanas y sus derechos democráticos.

Las cosas claras: la reducción de la información política a la mera retórica de las declaraciones de los políticos; la promoción del bipartidismo como expresión válida de la pluralidad política; la minusvaloración de la Democracia como mero procedimiento electoral; el “olvido” sistemático de la Constitución como referente legítimo y legal de los análisis y de las propuestas, no son inocentes, pues promocionan, interesadamente, una versión antipolítica, elitista y mínima de nuestro Estado social de derecho democrático. Y los promotores de estas dinámicas son parte del problema que sufrimos, no de la solución que precisamos. ¡Tiempo al tiempo!.

(*)Filósofo y Secretario de Redes Ciudadanas de Solidaridad.
http://bienvenidosapantopia.blogspot.com.

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