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jueves, 16 de abril de 2015

EL NO TAN NUEVO ENEMIGO DE LA LIBERACIÓN, (A partir del artículo de Joaquim Sempere “Acotaciones sobre los orígenes del Neoliberalismo”).


Las Palmas de Gran Canaria (Canarias), 16 de abril de 2015 / Artículo de Opinión / Xavier Aparici Gisbert, filósofo y emprendedor social.
Desde la consolidación de las jerarquizadas y beligerantes primeras Ciudades Estado, la historia social de la humanidad ha puesto de manifiesto, en lo que atañe a las circunstancias de vida de las poblaciones, dos dinámicas antagónicas: la involución en las condiciones de explotación y opresión de la mayoría de la sociedad, frente al progreso hacia la solidaridad y emancipación generales. Las luchas por restringir o extender los niveles de dignidad y poder han caracterizado múltiples periodos del pasado y los conflictos ocasionados por estos anhelos están aún omnipresentes en múltiples disensos sociales dentro de las naciones y entre ellas.
Desde el siglo XVIII, en el Occidente cultural se produjeron sucesivos movimientos de liberación, en parte, propiciados por la consolidación del dualismo religioso en los espacios compartidos por los más poderosos países de Europa. A esta primera fractura de la visión teocrática del poder social, que permitió con el tiempo que la religión pasara a ser un asunto particular y no del estado, le siguieron otras más. La crisis de las monarquías y la emergencia de los parlamentos y las repúblicas trajeron la emancipación de la condición servil y el reconocimiento de las dignidades ciudadanas. Y, entre finales del siglo XIX y bien entrado el XX, por fin, la condición femenina dejo de ser objeto de discriminación legal. Por el camino, con una desgana escandalosa, la esclavización de unos seres humanos por otros se declaró, así mismo, oficialmente ilegítima.
La posguerra de la pavorosa segunda conflagración mundial de mediados del pasado siglo trajo para múltiples países occidentales, la consolidación de una nueva naturaleza de derechos –los sociales-, que tuvieron su expresión material en los conocidos como Estados del Bienestar y su fundamento político en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Por primera vez en la historia, los ciudadanos y las ciudadanas de a pié tenían derechos equivalentes entre sí y equiparables a las élites de poder; por primera vez, la protección de las circunstancias básicas de vida digna se universalizaban “de la cuna a la tumba”.
La alegría duro tres décadas “gloriosas”, pero, a finales de los años 70, la reacción de los más ricos -asistidos por sus grupos de presión política, social y cultural y por sus conglomerados empresariales- empezó sus labores de zapa y usurpación de los órdenes institucionales de derecho democrático: había surgido el Neoliberalismo, que -como estamos descubriendo desde la última gran crisis general- no libera nada que no sea la más inmisericorde dictadura plutocrática.
La mundialización de sus intereses avanza en la dirección de imponer, internacionalmente, un “derecho corporativo global” por encima de la legalidad institucional de los Estados, fundada en la soberanía de sus poblaciones. Vuelven a pretender, ahora a escala planetaria, que se les deje hacer, como en el opresivo siglo XIX, “libremente”, a su gusto y a sus anchas. Entonces, aquel estado de cosas trajo notables corrupciones políticas, importantes depresiones económicas y dos Guerras Mundiales. Esperemos que las nuevas cotas alcanzadas de conciencia democrática y humanitaria en el tiempo presente nos eviten esa “caída en los infiernos”, previa a la anhelada emancipación general.   
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martes, 14 de abril de 2015

SIN ÁNIMO DE INCORDIAR


Las Palmas de Gran Canaria (Canarias), 14 de abril de 2015 / Artículo de Opinión / Xavier Aparici Gisbert, filósofo y emprendedor social.

En estos momentos de inicio de las precampañas a entidades locales y autonómicas, la larga crisis que arrastra la democracia representativa en nuestro país se está evidenciando de manera esperpéntica. El abuso de las organizaciones políticas en el control de las listas de las personas que acceden a las candidaturas y, si llegan a ser elegidas, de la capacidad de maniobra de éstas para poder expresar el poder popular en las instituciones del Estado, les ha ocasionado un enorme descrédito y el desapego ante la ciudadanía: por la frustración democrática que han provocado, la partitocracia y su expresión normalizada, el bipartidismo empiezan a hacer agua por todas partes.
Y por eso están llegando a los medios de comunicación espectáculos, debidos a las luchas por encabezar las listas y así no quedarse fuera en el reparto de poltronas, nunca vistos en cantidad y descaro. En las, hasta hace muy poco, organizaciones políticas hegemónicas, y en sus consortes habituales para asegurar la gobernabilidad en condiciones de mayoría absoluta, empieza a cundir el pánico. Tarde, muy tarde, empiezan muchos paniaguados a darse cuenta de que lo de la “clase política” es una denominación retórica y no una categoría administrativa.
Todo lo cual, se refleja hasta en los discursos de los aún gobernantes, que, un día se despachan con su consabida verborrea autocomplaciente y, al día siguiente ensayan cantos de inquebrantable adhesión a los valores de transparencia, responsabilidad y ejemplaridad políticas. Lo que haga falta para no perder el “empleo”, pues el castillo de naipes amenaza con desplomarse y dejar en la calle a múltiples redes parasitarias creadas en torno a liderazgos que se pueden transformar en humo y a mandos en plaza que se pueden extinguir, de un día para otro, tras las elecciones.
Aunque, el que de su mal muere, nadie le llore. El Estado de derecho y la democracia –mal que les pese, según a quienes- no están concebidos para dar asilo a tantos usurpadores y corruptos que hoy ven el precipicio ante sus pies. Toda una reaccionaria y descreída cultura del aprovechamiento de lo público -dinamitada por el fin de muchas de las prebendas y de los repartos de migajas que la desaforada política de recortes ha traído para casi todo el mundo- corre el riesgo de descalabrase por el hartazgo de la población ante tanta poca vergüenza y tanta ineficacia.
Lo que provoca mayor desconcierto en esta extraordinaria situación es que   en el lado de las “alternativas”, en la parte de las organizaciones que se definen más como movimientos ciudadanos que como partidos al uso y que se nos presentan como novedosas soluciones a tanto desastre, también se están dando los característicos usos y costumbres de la pelea por el crudo mandar: desde luego, con mucha menor intensidad, la falta de claridad, la ausencia de consenso, la reiteración en los personalismos y la imposición de cuotas, también están marcando los modos.
Y es que este es un tiempo crucial, en el que la hostilidad ante lo social y la irresponsabilidad hacia lo ecológico del neoliberalismo están al descubierto. Las políticas en su apoyo avanzan hacia Estados policiales e insolidarios y las economías están determinadas por el afán de acaparar de los más ricos. Detener esta involución antidemocrática y ecocida va a requerir mucho más que cambios de cara y de propuestas. Estamos ante un cambio cultural de amplio calado y a los esperpénticos aristócratas de izquierda, a los mirlos blancos alternativos y a los revolucionarios de salón -todos ellos centrados en mandar y perpetuarse- estas exigencias los están pillando a contracorriente y con el pié cambiado.
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jueves, 23 de octubre de 2014

¿QUÉ PODEMOS?


Las Palmas de GC (Canarias), 23 de octubre de 2014 / Artículo de Opinión / Xavier Aparici Gisbert

En los estudios de Sociología sobre el ámbito político, el poder se entiende, genéricamente, como la habilidad de influir en el comportamiento de otras personas, o grupos, de manera deliberada y en la dirección prevista. En términos de Max Weber, “Por poder se entiende cada oportunidad o posibilidad existente en una relación social que permite a un individuo cumplir su propia voluntad”.

En Filosofía, el poder se expresa en la potencia, en la fuerza o la capacidad para conseguir algo. Potencia que, ya Aristóteles consideraba, se puede expresar de dos modos: como el poder de una entidad de producir un cambio en su entorno y como la potencialidad interna de pasar de uno a otro estado. Así, resulta que hay una expresión externa del poder y una dimensión endógena del mismo. 

Los dos conceptos de libertad que elaboró Isaiah Berlin, tienen que ver con esta doble caracterización. La libertad positiva, es la capacidad personal de ser dueño de la voluntad propia y de controlar y determinar las propias acciones. Socialmente, devendría en autonomía colectiva. Y la libertad negativa, se define por la ausencia de coacción, en el sentido de que somos libres en la medida en que nada o nadie nos restringe.

Desde la noche de los tiempos, el ejercicio de los anhelos de independencia y de influencia –y de los derechos políticos que los reconocen- ha estado sometido a controversias y conflictos. Pues, desde que existe el orden social jerárquico, el aumento de autonomía de las personas, y los grupos que forman, termina cuestionando, inevitablemente, el estado social. Respetar la pluralidad de intereses y gestionar los enfrentamientos que ocasionan de un modo igualatorio, son algunas de las virtudes de los regímenes democráticos. En su seno, las organizaciones políticas expresan los aciertos, contradicciones y miserias de cómo se concibe y se practica ese poder de desenvolverse y de determinar.

En nuestros lares, lo que, hasta el momento, está ocurriendo en la Asamblea que fundará como partido al último fenómeno político popular, denominado Podemos, es un buen ejemplo de las tensiones internas y externas que concita la concentración de poder y su ejercicio. Se están visualizando como antagónicos dos modos de entender, hacia dentro y hacia fuera, el modelo de organización y de coordinación: una propuesta de partido más personalista y piramidal, con un secretario general al frente y un Consejo ejecutivo de 15 personas, promocionada por el núcleo duro de su mediático líder, Pablo Iglesias, se enfrenta a concepciones que pretenden una mayor horizontalidad en el partido. Resulta, al menos, paradójico que los detentadores “oficiales” de la confianza y el apoyo que llevó a las candidaturas de “Podemos” a ser las terceras más votadas en las pasadas elecciones al Parlamento Europeo, no se lo acaben de creer, y que su ponencia “Claro que podemos” empiece, trágicamente, a considerarse más como un “Hasta aquí podemos”, que como otra cosa.

Al respecto, el sociólogo Boaventura da Sousa Santos llama la atención sobre los procesos de institucionalización de los movimientos emancipatorios, haciendo ver que, muy a menudo, las revoluciones, cuando triunfan, se vuelven meros regímenes autoritarios y reformistas. Y es que, todavía, se nos olvida que, como nos recuerda Ghandi, antes de querer administrar a los demás, de mandar a los de afuera, personal y colectivamente, “Tú debes ser el cambio que quieres ver en el mundo”.

(*) filósofo y emprendedor social.

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viernes, 25 de julio de 2014

CONTRA LOS ANIMALES

Barcelona (Cataluña), 25 de julio de 2014 / Artículo de Opinión / Xavier Aparici Gisbert, filósofo y emprendedor social.
Lo de la humanidad civilizada consigo misma es deplorable. Tras las pátinas de ilustración y sensibilidad que se arroga, nuestra civilización a lo que se aplica, con alienada fruición, es al auto exterminio armado y la explotación económica, más sistemáticos e inmisericordes de la historia. Espoleada por toda la tecnología disponible, intoxicada como está por el culto al dinero, se precipita a un ocaso humanitario y ecológico inusitado. Lo de la humanidad civilizada con los animales, tampoco tiene nombre. Lejos de liberarse de concepciones atávicas sobre el resto de la naturaleza animada, la cultura carnívora se caracteriza por una enorme desconsideración al conjunto de los animales de que se sirve o que, simplemente, se cruzan en su camino. A los animales los seguimos matando por deporte y por gusto. Les destruimos sus hábitats y los extinguimos a mansalva sin el mínimo comedimiento, ni pudor. Y, desde luego, nos los comemos: salvajes y criados, crudos y cocinados.
Aunque es altamente insostenible pescarlos hasta el colapso, como en el caso de la fauna marina, o criarlos domesticados industrialmente, ya que, solo en emisiones de metano, provoca un notable efecto invernadero atmosférico; aunque el alimento para las bestias que nos comemos es producido en feroz competencia con la producción agroalimentaria que necesitan los propios seres humanos y; aunque, todo ello, se lleva a cabo, sin la mínima piedad y eficiencia, no solo no ponemos sentido y prudencia al modo de alimentarnos, nos regodeamos en él. Así, comer hamburguesas de carne de rumiantes es una de las actividades más valoradas de las juventudes occidentales. Y beber la leche de vacas -destinadas a la producción de lácteos de un modo que su promedio de vida es de un tercio de que se las crían para carne- es considerado de lo más agradable y sano que puede consumir las familias en nuestra dieta, desaforadamente, lactófila.
Como es notorio, además de comernos a los animales, en proporciones y condiciones insanas, también nos vestimos con sus pieles y plumas y nos calzamos con sus cueros. Solo muy pocos de ellos nos sirven para expresar nuestros afectos, principalmente, gatos, perros, pájaros y caballos, que son nuestros animales de compañía y recreo. En ello, nos reencontramos con nuestra empatía animal y podemos practicar el cuidado y el disfrute entre especies. Eso sí, según nuestras incuestionables condiciones. Ahí están las gateras, perreras, jaulas y establos para demostrarlo. Y la trastienda de esa relación de atención no alimentaria con los animales domésticos, también, resulta, en demasiadas ocasiones, espeluznante: desde el abandono por incomodidad, al trato vejatorio como norma; desde el exterminio por perder encanto o habilidad, a la neurótica desnaturalización de sus condiciones de existencia.
Pues bien, al menos en el caso de los perros que viven en ambientes urbanos en las ciudades de nuestro Estado, la obviedad de que son seres que requieren de aire y de espacio libres para ejercitarse y hacer sus necesidades, aún no está adecuadamente reconocida por las administraciones. Más allá de la evidente responsabilización de los dueños en términos de evitar peligros y molestias por agresiones, enfermedades contagiosas, parásitos y defecaciones, todavía es una cuestión pendiente que el lícito amor a los animales deba incluir espacios públicos suficientes para su asueto y expansión. Aún estamos, de mil maneras, contra los animales. Y, forzados a ello por las élites de poder, de modo principal contra nosotros y nosotras mismos. ¡Panda de engreídos caníbales!
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sábado, 5 de julio de 2014

SOBRE LA VIOLACIÓN DE NUESTRAS DIGNIDADES

Barcelona (Cataluña), 5 de julio de 2014 / Artículo de Opinión / Xavier Aparici Gisbert
Walter Benjamin (1892-1940) fue un pensador atípico en su tiempo, dotado de una gran curiosidad y de una notable capacidad expositiva. Entre los muchos temas en que se ocupó están sus reflexiones sobre el fenómeno de la historia social de la humanidad. Este filósofo consideraba que la larga y escandalosa historia de la opresión pone de manifiesto que en las sociedades humanas, desde el inicio de la civilización, la norma siempre ha sido “el estado de excepción”, que cada avance cultural o humanitario ha cursado en un contexto de barbarie, de abuso y desconsideración sostenidos.
Los extremos de violencia, los excesos mayores, lejos de ser excepcionales o anómalos, ocurren en un caldo de cultivo que los hace posibles. Por ello, la reivindicación de la dignidad de las innumerables víctimas de las tiranías, los expolios y las crueldades, a través de su rescate del olvido, le da un sentido ético al proceso histórico, exigiendo la redención, la liberación del dolor y de las afrentas por tanto maltrato y ultraje. Este agravio constante y aún omnipresente hace imposible la empatía emocional y la conformidad moral con el proceso histórico: demasiada tristeza, demasiada angustia, demasiado dolor infringido, sin sentido ni mesura, como para hacer apología de nuestra civilización.
Debido a ello, la indignación cívica ante la persistente y generalizada  corrupción de las élites de poder –hoy apenas disimulada por sus medios de manipulación y propaganda-, es lícita y necesaria. Y así mismo, ante los abusos y desconsideraciones cotidianas que la ciudadanía de a pié soportamos en nuestros quehaceres diarios: esperas contraproducentes y colas desconsideradas en la resolución de nuestros asuntos; desatenciones injustificables en las condiciones de confort, salubridad y cuidado cívicos; abusos y omisiones dolosas de quienes tienen la responsabilidad de velar por las mejores condiciones de interacción social y el servicio al interés general…
Pero Benjamin, coherentemente con su visión dual del proceso histórico, también advertía de la necesidad de estar atentos a no apagar la llama de la dignidad y la concordia solidarias. La, a menudo, invisibilizada memoria de las víctimas en el pasado, el tenaz reconocimiento de la dignidad compartida y el filantrópico anhelo de mejoramiento para los que vendrán, no solo nos lo exigen, sino que, además, nos fundamentan en las resistencias, las exigencias y las propuestas humanísticas. Lo que, sobre todo, hay que evitar es la desidia existencial y la acedía: el sentimiento resignado ante la fatalidad que lleva a la sumisión ante el poder existente y a la identificación con los dominadores.
Hay infinidad de referentes para no cejar en el empeño de la liberación y la fraternidad, desde las morales espirituales y los credos religiosos a las éticas políticas de la empatía. John Rawls (1921-2002), el reputado filósofo estadounidense defensor de un liberalismo político responsable socialmente, en su teoría política propone, entre las condiciones que asegurarían el correcto funcionamiento de la sociedad, un supuesto mental que denominó “el velo de la ignorancia”. Este velo consiste en que los ciudadanos para decidir qué es la sociedad justa y democrática se comporten como desconocedores de la condición y posición que tienen en ella: raza, procedencia, nivel económico, creencias, etc. En fin, una remozada versión de la vieja máxima de tratar al otro, como a uno mismo, de ser tolerante y responsable a la vez. No es tan difícil, si no se pretende abusar o aprovecharse de los demás ¿verdad?

jueves, 23 de febrero de 2012

LOS PARTIDOS NEO DEMOCRÁTICOS

(A partir del artículo Ecología política: génesis, teoría y praxis de la ideología verde de Florent Marcellesi, en el nº 85 de los Cuadernos Basteaz.)

Las Palmas de GC, 23 de febrero de 2012 / Artículo de Opinión / Xavier Aparici Gisbert (*)

En el año 1968, en diferentes países del mundo hubo revueltas juveniles y disturbios ciudadanos. Sobre todo, el mayo de ese año en Francia ha pasado a la historia como el ejemplo de una revolución muy corta, relativamente incruenta y casi efímera, que, no obstante, supuso el cuestionamiento profundo de la cultura jerárquica y patriarcal y del ideal del progreso ilimitado y consumista, vigentes hasta el momento. Jóvenes que no habían vivido el final de la segunda guerra mundial ni el nacimiento de la “guerra fría” y mujeres feministas, al lado de ciudadanos y ciudadanas pacifistas, junto a libertarios, autogestionarios y medioambientalistas, hicieron surgir nuevas aspiraciones transformadoras, más allá de lo que desde entonces se denominó la política tradicional. En la Europa del norte y en los Estados Unidos de Norteamérica, la crítica de las jerarquías y del machismo, la conciencia antiproductivista y el ecologismo empezaron a emerger, sobre los discursos oficiales y las reglas de juego existentes, para quedarse y alumbrar los nuevos modos de lo democrático, menos ideológicos y políticos, más plurales y sociales.

Mientras en las fuerzas políticas mayoritarias se iniciaba la deriva hacia las “políticas realistas” y a la competencia por ocupar el centro político, a media distancia de ninguna parte; a la vez que, tras la crisis de los estados del bienestar, el neocapitalismo volvía a por sus fueros, ahora a escala global; las nuevas conciencias feministas, pacifistas, anticapitalistas y ecologistas se extendían para conformar la actual cultura política alternativa y altermundista. Los colectivos políticos que se fueron configurando con esos nuevos valores y finalidades han seguido un sinuoso camino, y, madurando en las sucesivas crisis sociales, económicas y medioambientales, aquí están.

Estas nuevas fuerzas sociopolíticas tienen mucho que aportar para afrontar la gran crisis contemporánea, pero, ignoradas y infamadas por los medios de comunicación del neoliberalismo hegemónico, se les hace parecer como poco relevantes. Además, por sus inusuales configuraciones y estrategias resultan todavía difícilmente definibles por la sociedad civil, en sus categorizaciones tradicionales para definir a los partidos:

Aunque comparten la pretensión de “la izquierda” de conseguir sociedades solidarias y más igualitarias en el aseguramiento general de los medios de vida digna, se distancian de las rémoras ideológicas, elitistas y productivistas que se dan en la vertiente clásica del progresismo en la política.

Socialmente, se orientan hacia una concepción antiautoritaria, hacia una liberación de la ciudadanía y sus colectivos que les permita ejercer, autónomamente, sus derechos y deberes, pretendiendo, tanto en el interior de las organizaciones como en el conjunto social, la profundización de la democracia y de la soberanía popular.

La ineludible necesidad de reivindicar la plena justicia humanitaria en lo económico junto a la inaplazable defensa de los ecosistemas, recursos y servicios naturales en lo ecológico, ha llevado a estos colectivos neo democráticos a posicionarse en contra del productivismo capitalista. Contra esa locura antihumanitaria y biocida que con la desquiciada pretensión de un crecimiento infinito de la explotación y el consumo nos está llevando a un colapso civilizatorio y natural.

Los partidos neo democráticos aún no gobiernan. Pero prosperan a la velocidad de la conciencia democrática, solidaria y ecologista.

(*) Filósofo y Secretario de Redes Ciudadanas de Solidaridad.
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martes, 7 de febrero de 2012

EL NEOLIBERALISMO EN LOS PARTIDOS POLÍTICOS

Canarias, 07 de febrero de 2012 / Artículo de Opinión / Xavier Aparici Gisbert (*)

Termina de concluir el último congreso del PSOE, una de las fuerzas políticas con mayor influencia en el gobierno de nuestras instituciones públicas y con más poder en las distintas administraciones del estado. Aunque estos congresos se promocionan dentro y fuera de las organizaciones partidarias como el mayor ejercicio de democracia y participación de “las bases”, lo cierto es que el alcance de las políticas de renovación y los nuevos líderes que van a aplicarlas, hace tiempo que resultan predecibles.

De hecho, en el último congreso de “los socialistas” ha resultado elegido como nuevo secretario de organización el candidato previsible, un veterano integrante de las élites del partido, hombre de confianza del anterior secretario general y destacado ministro de los dos últimos gobiernos de la nación, ampliamente cuestionados por la gestión y orientación social que tomaron ante la crisis económica que padecemos. Este nuevo líder orgánico fue uno de los más destacados miembros esos ejecutivos y, aún así, fue elegido por esta organización como candidato a presidente de gobierno en las últimas elecciones generales, cosechando uno de sus peores resultados. Con todo, aunque por una exigua mayoría, han sido él, sus propuestas y su gente los elegidos para solucionar los errores y desaciertos de la última ejecutiva, esa de la que este ciudadano era un reseñado miembro. Tampoco hay que olvidar que la persona que, en esta ocasión, competía con él por el cargo, también era miembro de las élites del partido, también gozaba de la confianza del anterior secretario general y también era destacada ministra de los dos últimos gobiernos nacionales, previos a la debacle electoral.

Cosas similares ocurren en el otro gran partido, el de “los populares” y, en muchas organizaciones políticas, sindicales, patronales o sociales, este estado de cosas empieza a ser normal: los dirigentes, hagan lo que hagan, se perpetúan y los cargos en los órganos de mayor poder se intercambian entre quienes están próximos a esos jerarcas. Y todo ello, además, realizándose elecciones y votaciones.

Parecería que se habría cuadrado el círculo de conseguir, a través de la democrática, la consolidación de un gobierno virtuosamente aristocrático, el de los mejores. Parecería, pero no, pues, a estas alturas del conocimiento de las dinámicas sociales, ya se sabe que los líderes son más carismáticos y necesarios en proporción directa a lo desposeída y alienada que esté la ciudadanía que los cree. Que son un asunto más de promoción mediática que de excelencia personal. Y que el poder y la riqueza no son, casi nunca, el adorno de la virtud sino, muy a menudo, el botín de la corrupción.

Que quienes están en las alturas del poder político, económico e institucional, no sean destituidos ni se renueven, sino es por causa judicial muy grave o por ineludible relevo generacional, es algo que con sus valores darwinistas y egoístas ha promocionado el neoliberalismo. Y estas prácticas no son ni nuevas, ni liberadoras, muy al contrario, se alimentan del viejo autoritarismo político y del no muy reciente cinismo social. Estas concepciones del poder, antaño se llamaban dictatoriales y, ahora -como el sociólogo Colin Crouch-, se llaman posdemocráticas, pero, en todo caso, comportan una corrupción de los fundamentos y las finalidades de lo democrático.

El filósofo rey, la pretensión platónica de que el que más sabe debería gobernar la comunidad, era una peligrosa quimera ya cuando fue concebida. Lo contrario, el rey filósofo, la presunción de que quien manda debe de ser porque se lo merece, en un mundo injusto y despiadado como el nuestro, es una contradicción en términos. Despertemos, que no hay salvadores. O nos salvamos juntos, o no hay quien nos salve.

(*) Filósofo y Secretario de Redes Ciudadanas de Solidaridad.
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martes, 27 de diciembre de 2011

TIEMPO INCLEMENTE, CORAZONES CÁLIDOS

Canarias, 27 de diciembre de 2011 | Opinión | Xavier Aparici Gisbert (*).

En el hemisferio norte de nuestra Tierra estos días coinciden dos fenómenos de notoria relevancia y de muy distinta entidad. Por un lado, debido a la dinámica estacional de los trópicos del planeta, con la reversión de la tendencia de alargamiento de las noches y de acortamiento de los días, con el solsticio de diciembre, iniciamos el periodo invernal. Por el otro, también en estas fechas, las sociedades de cultura cristiana celebramos las fiestas navideñas, eventos festivos de origen mágico y religioso, que en los países occidentales cada vez más se están circunscribiendo a términos profanos, a encuentros intrafamiliares entorno a un consumo extraordinario de comida, licores y regalos.

En el Norte este es el tiempo del frio y de la penumbra en el ambiente, aunque con enormes diferencias que van desde la más severa inclemencia y oscuridad en los países escandinavos al mero fresquito nocturno de nuestras Canarias. Aún así, apetece más recogerse en casa, al abrigo de la intemperie y rodeado de la gente propia. Aunque, en demasiadas ocasiones, en Navidad se está con quién se está porque no hay más remedio y se interactúa más con el televisor, el vaso y el plato que con las personas de alrededor, pues uno no elige a su familia consanguínea, ni se puede marchar de su propia casa, si es la única que tiene.

En el Sur, aunque toca verano, por cuestiones históricas de colonialismo cultural, también en múltiples países se engalanan pinos, se montan belenes y se espera a Papá Noel y a sus renos polares, pero debe ser como de chiste: mientras los que invernamos en frío invocamos al Sol en las chimeneas y los climatizadores, ellos, entre sudores, representan parajes nevados.

Con todo y con los excesos nutricionales, etílicos y consumistas, por la auténtica alegría de compartir, por el reencuentro con gente querida o por su añoranza, por el disfrute de mantener la ilusión en nuestros infantes, por la promesa de renovación que atribuimos al cambio de año y a la primavera venidera, estos días y noches son también para la ternura y los renovados deseos de confraternización. Para redescubrir y destapar nuestra faceta amorosa y solidaria, porque también es nuestra y porque hace falta: cuidarnos porque nos queremos y porque queremos hacerlo. Y porque esa es la única manera humanitaria de mejorar este mundo, aún preso de la intransigencia de los autoritarios y de la avidez de los parásitos, los cuales, muy a menudo, son cómplices en el artero oficio de no vivir, a pesar de lo que poseen, ni dejarnos vivir al resto.

No hay más que abrir nuestros ojos para verlo. En Noche Buena, camino de la casa familiar para la cena, aparcamos el coche frente a una céntrica oficina de correos. Cargados de comida, bebida y pasteles, pasamos al lado de tres personas mayores que sobre cartones, cubiertos con mantas y rodeados de sus escasas pertenencias, dormitaban sobre la acera junto al edificio. Aunque no hacía mucho frío, ni nos miraron al pasar, se nos heló el corazón y sentimos vergüenza. Así que no solo se trata de deseos. Se trata de responsabilidad y de coherencia. ¡Feliz (y solidario) año nuevo!

(*) Filósofo y Secretario de Redes Ciudadanas de Solidaridad.
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lunes, 21 de noviembre de 2011

DE CONTRADICCIONES E INCONGRUENCIAS


Las Palmas de GC, 21 de noviembre de 2011 | Cartas al Director | Xavier Aparici Gisbert (*)

Debido a las elecciones generales recién concluidas, las últimas semanas la ciudadanía hemos sido el objetivo de una multitud de manifestaciones y discursos sobre la situación sociopolítica de nuestro Estado y sobre cuáles de los programas de gobierno y de las candidaturas concurrentes eran los más dignos para ejercer el poder.

Desgraciadamente, viene siendo habitual que los mensajes y los análisis hayan estado, en general, plagados de notables contradicciones e incongruencias, es decir, a menudo en ellos se afirmaba una cosa y su contraria y, frecuentemente, se podía apreciar la falta de acuerdo o correspondencia de los razonamientos expresados, entre sí o entre lo dicho y lo hecho. Y no sólo entre los protagonistas de la contienda electoral, también entre los supuestos informadores neutrales.

Todo esto resulta, cuanto poco, paradójico: los asuntos generales más relevantes, como son la elección de las estrategias políticas más adecuadas para superar los difíciles problemas comunes y asegurar el bien de la ciudadanía, se tratan, muy a menudo, con una notable ligereza tanto por los políticos que se promocionan a representarnos, como por los comunicadores, que son responsables de contrastar concienzudamente las propuestas y los candidatos. Así resulta que precisamente en el aseguramiento del interés general el irracionalismo demagógico y la manipulación retórica se imponen a las propuestas razonables y a la información suficiente y veraz.

En 1957 el psicólogo León Festinger definió como “disonancias cognitivas” a las tensiones internas que parecen sentir las personas al caer en la cuenta de que tienen pensamientos contradictorios o comportamientos incoherentes. La percepción de estas desarmonías nos llevarían a buscar recuperar nuestra congruencia con la reevaluación de nuestras creencias o acciones. No obstante lo que argumenta la psicología social, esta tendencia humana a filosofar -a buscar la coherencia en nuestras intelecciones y en nuestras conductas-, resulta muy difícil de cumplir conforme las sociedades se vuelven más sofisticadas cultural y tecnológicamente. Pues, por un lado, el incremento de los discursos, de los enfoques y de los análisis hacen más complejo construir el marco de referencia intelectual y, por otro, la afluencia torrencial de datos y referencias de confirmación y contraste tienden a provocar dispersión y frustración.

Así, reconocidas las necesidades intelectuales que tenemos los seres humanos de hacernos cargo, personal y colectivamente, de manera significativa del mundo en el que vivimos, la promoción orquestada por quienes ostentan los poderes institucionales y los mediáticos, de la política como un espectáculo de ostentación y de popularidad, no por muy generalizada, resulta menos grave. Pues tratándose del control de la sociedad y de la riqueza que produce, estas prácticas constituyen claras acciones inmorales que se llevan a cabo con la intención de reducir la calidad de vida de las víctimas y sin el mínimo respeto por sus dignidades humanas y sus derechos democráticos.

Las cosas claras: la reducción de la información política a la mera retórica de las declaraciones de los políticos; la promoción del bipartidismo como expresión válida de la pluralidad política; la minusvaloración de la Democracia como mero procedimiento electoral; el “olvido” sistemático de la Constitución como referente legítimo y legal de los análisis y de las propuestas, no son inocentes, pues promocionan, interesadamente, una versión antipolítica, elitista y mínima de nuestro Estado social de derecho democrático. Y los promotores de estas dinámicas son parte del problema que sufrimos, no de la solución que precisamos. ¡Tiempo al tiempo!.

(*)Filósofo y Secretario de Redes Ciudadanas de Solidaridad.
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domingo, 14 de agosto de 2011

UNA EXTRAORDINARIA MUESTRA DE LA ENTREGA Y CAPACIDAD DE NUESTROS LÍDERES POLÍTICOS

Las Palmas de GC, 14 de agosto de 2011 | Opinión | Xavier Aparici Gisbert (*)

(A partir de la noticia de http://www.laprovincia.es/gran-canaria/2011/07/06/alcalde-teror-cobra-zapatero-presidente-canario/385172.html)

Don Juan de Dios Ramos Quintana ha sido desde el año 1991 Acalde de la Villa de Teror, municipio de unos 12.800 habitantes. Y en las elecciones municipales del pasado mayo, la lista del PSOE que encabezaba Don Juan de Dios, ha vuelto a resultar elegida para gobernar el Ayuntamiento con mayoría absoluta. Poco después, el nuevo gobierno municipal ha aprobado un salario para el alcalde de 73.542 € anuales en bruto, el cual, supera en un 13 % el estipulado durante la anterior legislatura.

Este nivel de ingreso es casi el del Presidente del Gobierno Central (78.185 € brutos), y sobrepasa al del Presidente de la Comunidad Autonomía Canaria (69.329 €), los cuales tienen unas responsabilidades muy superiores. Por lo demás, la Federación Española de Municipios y Provincias recomienda que los salarios de los cargos políticos locales vayan proporcionados a la población del municipio. Con ese cálculo, el Alcalde de Bilbao, uno de los regidores de las diez ciudades más pobladas de España, es el que sale más caro: sus honorarios vendrían a costar 0,27 € de promedio a cada uno de sus conciudadanos. En el caso de Teror: 5,74€. Por todo ello, podría parecer que Don Juan de Dios se ha excedido sobremanera al adjudicarse ese sueldo.

Y si tomamos en consideración las actuales políticas de austeridad en el gasto de las Administraciones Públicas, junto a la notable bajada en los recursos municipales para paliar las necesidades ciudadanas; si tenemos en cuenta en Teror los 1400 ciudadanos en paro y las muchas familias sometidas a condiciones de vida precarias, podría pensarse que, en el porcentaje de aumento y en el montante de su ingreso, Don Juan de Dios se conduce de manera poco coherente y nada considerada con la situación socioeconómica de los vecinos a los que sirve.

Eso no es todo: tras veinte años de gobierno de este regidor, el Ayuntamiento de Teror tiene una deuda de unos 9,3 millones de euros; la generalidad de los barrios no tiene acceso aún al servicio de agua potable más de tres días a la semana; el desaliño de las calles y la ausencia de acondicionamiento urbano, siguen siendo notorios; Don Juan de Dios, otros responsables políticos y algún funcionario municipal, están imputado en varios casos de corrupción. Hasta el Auditorio de Teror ha sido declarado ilegal por las instancias judiciales autonómicas. En estas circunstancias, podría considerarse que, en todo caso, este Alcalde no se merece el jornal que se lleva a casa.

Sin embargo, Don Juan de Dios, en unas recientes declaraciones a la prensa, afirmaba convencido: “los votantes con su respaldo creen que (el alcalde) está cobrando lo que le pertenece", es decir, nada menos que lo que le toca, le es propio o debido. Se podría entender que esta afirmación es tan gratuita como contraria a los valores que defiende nuestra Constitución. Afortunadamente, en ese mismo medio periodístico, Don Gonzalo Rosario Ramos, su primer teniente de alcalde -36.918 € brutos anuales-, aclaraba el aparente contrasentido: "(el sueldo) es alto, pero (Don Juan de Dios) trabaja desde las seis de la mañana hasta medianoche, no descansa ni sábados ni domingos y si fueran a ponerle un chófer necesitaría dos turnos porque nadie le puede aguantar el ritmo: es una bestia trabajando".

Tras esta aclaración -de la que alguien, muy mal pensado, diría que con amigos así, uno no necesita enemigos- se comprende todo: Don Juan de Dios Ramos Quintana es un súper hombre en entrega y capacidad de trabajo, que con sus desvelos y actitud ahorra, al menos, dos salarios a la institución local, pues, hoy en día ¿qué alcalde de municipio de 12.800 habitantes sale a la calle sin uno o dos chóferes personales? Es difícil imaginar una mayor manera de ganarse la dedicación exclusiva del sueldo que tiene como Alcalde. Por si fuera poco, Don Juan de Dios es también, desde hace una veintena de años, Presidente del Consejo de la empresa pública de Aguas de Teror, crucial responsabilidad a la que dedicará las horas libres que le dejan sus labores de Alcalde, es decir, las de la madrugada. Y por el ejercicio de tan relevante cargo, se embolsa tan sólo unos 1.800 € más cada mes. Aunque siempre habrá alguien –condición de lo humano- que considerará que, con dedicación exclusiva, es ilegal cobrar dos sueldos.
Y es que la vida y las obras de los prohombres siempre están rodeadas de envidias y calumnias. Y en algunos casos, hasta de algunos años de cárcel. Tiempo al tiempo.

Xavier Aparici Gisbert. Filósofo y Secretario de Redes Ciudadanas de Solidaridad.
http://bienvenidosapantopia.blogspot.com.